Más allá del aula

Compartir el saber, la mejor de las libertades

Entrevista a Blanca Rodríguez realizada por Verónica Habiaga y Gabriel Quirici

En la sección Más allá del aula intentamos conocer el rol de la educación de diversas personalidades del país. Blanca Rodríguez abrió la puerta de su historia personal como hija de inmigrantes, su pasión por la lectura, la conexión entre docencia y comunicación. También compartió reflexiones sobre los desafíos, las exigencias y las buenas cosas que están pasando. En una charla amena y profunda hubo espacio para tratar temas como la repetición, la formación docente, la enseñanza por proyectos y una invitación a continuar promoviendo el amor por el saber.

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EDUCARNOS: ¿Cómo te marcó la educación en tu desarrollo personal? ¿Qué recordás de tu etapa de formación por los diferentes momentos de la vida escolar, liceal y del IPA?

Blanca Rodríguez: De la etapa escolar tengo recuerdos preciosos. Fue una etapa de mucha autonomía desde el punto de vista personal y familiar. Somos dos hermanas y yo soy la más chica. Teníamos padres que trabajaban y nos adjudicaron una gran responsabilidad con respecto a nuestra principal -y únicaocupación y compromiso que era la escuela y estudiar.

Iba a un colegio chico en Camino Maldonado, Beata Imelda, al que también había ido mi hermana. Ella y mis padres son inmigrantes españoles, yo fui la única que nació en Uruguay. Al llegar buscaron adonde mandar a mi hermana y les recomendaron ese lugar, una congregación de monjas españolas. Ella hablaba gallego y les dijeron que esa escuela facilitaría las cosas.

Fue una etapa preciosa, sobre todo de autonomía y de libertad, yo tomaba las decisiones, la escuela me gustaba. Siempre me tenía que hacer cargo de mis cosas, mis deberes, mis búsquedas, cuando no existía Google ni la computadora. Eso implicaba búsquedas en el barrio, en la biblioteca del barrio, o con los amigos que iban a otras escuelas.

Si comparo con el presente -tengo tres hijos, sobrinos y amigos que tienen hijosveo que hay mucha dependenciade‘llego acasa yestudiocon’, o ‘hagolosdeberescon’. Yo estudiaba y hacía los deberes sola, no podía esperar a que llegara mi padre de trabajar para pedir ayuda, no existía eso, era mi responsabilidad resolver esos temas agradezco que haya sido así porque me dio mucha autonomía y libertad y me fue muy bien en la escuela. Era la época del examen de ingreso para los colegios privados y me tocó darlo en el viejo IBO. En el colegio cursé hasta cuarto de liceo y después preparatorios, lo que es hoy bachillerato lo hice en el público.

No tengo tan buen recuerdo de mi etapa adolescente porque fue una etapa complicada para el país. Mi hermana mayor hacía estudios terciarios y el IPA cerró, siguió sus estudios en facultad, hasta que después el IPA reabrió y terminó su profesorado de historia. Fue complejo a nivel familiar y educativo: a partir del año 1973 se vivió una etapa de prohibiciones, de tener cuidados, los buenos docentes empezaron a no estar en los cargos, eso vivimos. El grupo de compañeras fue un reducto en el que encontraba mucho espacio para crecer, pero también en el que empezaron a pasar cosas que recién tiempo después, aunque parezca increíble y décadas después, a través de las nuevas tecnologías y el Whatsapp, nos reencontramos con muchas que se habían tenido que ir y nosotros no sabíamos bien por qué de un día para el otro se habían ido del colegio, del barrio y del país. En este momento estamos viviendo un momento de mucha fraternidad casi todas, porque éramos un grupo de cuarenta y cuatro en la clase.

¿Eran todas mujeres?

Sí. Y estaba Santo Tomás de Aquino, de varones, enfrente. Ahora hay un liceo público. Siempre me interesó mucho todo y si me preguntan qué me gustaba más, el mundo de los números no me atraía y no me atrae para nada. Creo que me faltó una buena formación porque después me di cuenta de la importancia que tenía saber matemática. Como docente combatí mucho que algunos se convenzan de que no pueden con esa área.

Después vino la etapa del bachillerato y planteé que quería salir al mundo público. Ingresé al Rodó, en el viejo Rodó en Colonia entre Río Branco y Convención. En el preparatorio de derecho tuve profesores excepcionales de historia, filosofía, literatura. Fui parte del último grupo que hizo segundo de preparatorio de derecho, los que venían atrás ya cursaban quinto humanístico, otro plan. Tuve a Sara Izzi en historia nacional, a Scarone en universal, gente excepcional. El Rodó fue un cimbronazo porque había gente muy capaz y me seguía interesando todo, exoneré varias materias. En mi vida académica me fue bien porque me gustaba y me interesaba, me entuiasmaba saber y encontré profesores que me motivaron en la búsqueda y descubría a esta gente: ¡Cuánto saben!

¿Cómo se hace para saber tanto?

Yo me inclinaba cada vez más hacia las letras y me interesaba mucho la comunicación y el periodismo, pero no existía la carrera y enfilé para el IPA. Era la etapa en la que se entraba por escolaridad, ese era el filtro, o sea que se tenían en cuenta las calificaciones, era un poco suerte y verdad, se realizaba un cómputo con la nota de los exámenes de preparatorio y como me había ido muy bien tenía cierta expectativa de entrar. María Inés Obaldía siempre recuerda que nos encontramos mirando nerviosamente la lista para saber si estábamos. Así nos conocimos y seguimos caminando juntas durante décadas hasta hoy y también reperfilándonos hacia otro lado. Tengo los mejores recuerdos de la educación, de mi formación. Estoy muy agradecida por lo que recibí en el colegio, una congregación de monjas españolas en la que los valores eran la austeridad, la no ostentación, el compromiso con la ayuda solidaria. Hasta hoy nos marcó a todas porque lo seguimos haciendo y eso va más allá de lo académico.

Creo que no fui una alumna fácil porque sabía que sabía y eso debió ser molesto. Me doy cuenta ahora que estoy del otro lado del mostrador. A veces era desafiante. Venía de una casa que me promovía, recuerdo las largas discusiones de política con papá y mi hermana a la hora de la cena y leía mucho, y claro, llegaba y me lucía… Quizá era un poquito insoportable, pero siempre me gustó mucho escribir y leer: leía, leía permanentemente para preocupación de mi madre que decía: «esta chiquilina se va a enfermar». Leía día y noche. Si empezaba una novela y me entusiasmaba, no podía parar de leer; cuando comencé la Guerra del fin del mundo de Vargas Llosa estuve leyendo un día, una noche y un día de corrido. Sí, el mundo de la lectura me fascinaba y por momentos vivía en el mundo del libro y se me entreveraba la realidad con la ficción. Fue muy fácil decidir que iba para el mundo de la literatura y cuando se tienen intereses con la comunicación, la docencia es lo que nos permite aunar esos dos gustos. Un docente es una persona que comunica bien, que tiene que tener características histriónicas, que tiene que seducir en el mejor de los sentidos, es decir, entusiasmar, encantar, hacer que los alumnos disfruten.

Todo eso me ayudó a definirme para cursar literatura en el IPA. Hubo buenos docentes en la carrera que fueron destituidos. Tuve a Magda Olivieri, por ejemplo. Fue maravilloso tener a Domingo Bordoli y a Héctor Galmés, otra maravilla, a Lisa Block. Ivonne Uturbey en la práctica final. Tuve un grupo de docentes que también fomentaron esa fascinación con la literatura y con el ejercicio de acompañar a los estudiantes a descubrir el mundo de los libros.

Estoy convencida de que la educación _y no es mi discurso, es mi experiencia personal_ me permitió subir a una escalera de la que no me baja nadie y me lleva a cualquier parte del mundo. Eso no me lo puede quitar nadie, esté donde esté, y esté en las condiciones que esté. Estuvo muy fomentado en mi casa: «tu obligación es estudiar porque en la vida es lo que te va a permitir tener la autonomía y la libertad que tanto te gustan». En mi casa no era una opción decir que noquería estudiar. Nohabía opción yera, al mismo tiempo, un hogar de mucha libertad. Mis padres tenían la convicción clara de que la forma de salir adelante en la vida era estudiando, y la traían de ese barco en el que estuvieron tantas semanas cruzando el océano. Entre ese hogar que fomentó el estudio y el descubrimiento que para mí significó saber, se conjugaron todas esas cosas que me hacen sentir hoy que la educación sigue siendo el único camino posible para tener autonomía, para tener libertad, para tomar decisiones, para salvarnos, para rescatarnos. Es el único camino posible.

Hace alrededor de un mes terminé de leer el libro de Michelle Obama y me resultó fascinante; intuía una historia interesante porque me imaginaba que para una mujer que nació en la década del 60 en los EE.UU. no debió haber sido nada fácil: mujer, de Chicago, negra, de familia pobre o clase media—baja. Su salvoconducto fue la educación, se aferró desesperadamente a la educación en un país en que no es gratis. La gran complicación de sus padres era cómo iban a hacer para pagar la universidad a dos niños que querían estudiar porque ellos lo habían inculcado. Por suerte, su hermano era bueno en el baloncesto y las universidades captan a quienes se destacan en deportes y pudo ingresar. Pero no era su casoaunque también era buena en deportesporque para las mujeres la captación no era la forma. Cuidó niños, hizo de todo para conseguir dinero con la convicción de que estudiar era lo que la iba a salvar y logró ingresar a la Universidad de Princeton. Allí reconoce el motivo por el que nadie quiere dormir con ella y notó la segregación. Estaba acostumbrada a que le fuera bien, a ser igual a las demás. En algunas fotos de la escuela se ve que no hay niños blancos en su clase y ella no era muy consciente de esa realidad, del racismo y de lo que se llamó la huída blanca o el exilio blanco a mediados de los años 60 hacia las afueras de Chicago. Se da cuenta en Princeton de la razón por la que nadie quería dormir, compartir cuarto con ella. Hubo amigas que le dijeron: «en realidad, yo no tengo problemas, pero mi madre pidió que no me pongan contigo». Luego viene Harvard, trabajar en los mejores estudios del mundo y conocer a su esposo y todo lo que viene después.

...la educación sigue siendo el único camino posible para tener autonomía, para tener libertad, para tomar decisiones, para salvarnos.

En muchas partes del mundo la gente expresa que la educación es la manera. Importa cómo hacer para que sea disfrutable, que no sea algo impuesto para que se logre esa convicción. Creo que los profesores tienen un rol muy importante, sin dudas, y la familia también.

Están pasando algunas cosas importantes, aunque no todo está bien en la educación. Algunas aisladas, a veces son como islitas, pero son puntas de un iceberg que nos muestran que hay gente que descubrió que primero las cosas suceden y después se logra que esas cosas se impongan. Como en el lenguaje, cuando la gente quiere que la Real Academia diga que se puede decir alguna palabra, el lenguaje primero sucede y después se impone.

Creo que en la educación está empezandoo está pasando hace ratoa pasar un poco. Ahora lo estamos descubriendo, es la etapa posterior. Todos estos proyectos, y digo esto porque siempre son trabajos por proyectos que logran reconocimientos internacionales, son las puntas de un iceberg. Después están todos los que no lo logran, y también son buenísimos. Siempre son trabajos por proyectos, multidisciplinarios, de docentes que se quedan fuera de horario, de un portero, una limpiadora que no tiene problema en ir después de hora a limpiar las migas de los chiquilines que se quedaron tomando mate y trabajando después de clases, o que fueron un sábado y alguien les abrió.

Eso es la demostración de que acá, eppur si muove: hay cosas que están pasando y docentes que no están esperando que bajen línea de arriba, por eso la autonomía de los centros es algo que se impone cada vez más, desde muchos puntos de vista. Los docentes son quienes tienen que seducir y encantar; tenemos directores que se tienen que ocupar de que la cisterna funcione, de conseguir enchufes, de que las puertas cierren, de que los vidrios estén sanos, les pedimos que hagan muchas cosas que no tienen nada que ver. En países donde estas cosas ocurren hay un intendente del centro que se ocupa de todas esas funciones y el director se dedica a visitar clases y a liderar proyectos, a ser un líder pedagógico. Pero también es cierto que en estos proyectos que se destacan, tanto a nivel de primaria como de secundaria, hay un afincamiento de los docentes en el centro porque están más de un año. Hay comunidad educativa y hay pertenencia, y la comunidad educativa la integran también los padres, además de los docentes. Están pasando cosas muy interesantes por debajo de la superficie.

¿Cómo ves la relación entre los medios de comunicación y los docentes?

Los medios de comunicación reflejan la imagen de lo que ocurre o bueno y lo malo. Contrariamente a lo que muchas veces se dice, los medios somos el reflejo de muchas de las buenas noticias que ocurren en la educación. Siempre que nos enteramos vamos corriendo a una escuela rural, a un colegio, a conocer un proyecto premiado por la NASA. También reflejamos lo otro, cuando hay medidas o decisiones que resultan antipáticas. Soy, personalmente, muy crítica de algunos proyectos educativos que son muy poco exigentes con los estudiantes, porque creo que la exigencia es una condición de la educación.

¿Por ejemplo?

Hay una serie de proyectos que otorgan la promoción con muy pocas horas de clase. Sé que son proyectos que tienen que facilitar que los estudiantes no se vayan del sistema, o que retornen y terminen rápido porque trabajan o tienen otras ocupaciones, pero no puede ser tan fácil, y es importante que no se pierda la mitad de lo que tienen que saber, como sí saben los que van todos los días a clase. Esos proyectos deben ser estudiados porque no es lo mismo asistir a doce clases que a setenta y los estudiantes no pueden perder cosas que son fundamentales. También soy bastante crítica con el tema de que las inasistencias pueden no tener límite.

¿Y la repetición?

Creo que hay que estudiar formas diferentes de combatir la repetición, pero también hay que ver por qué razones ocurre. Yo creo que realmente repetir para volver a hacer otra vez lo mismo que no funcionó, no tiene mucho sentido. Hay que buscar alternativas a la repetición, pero no facilitar las cosas de tal manera que si el individuo faltó tres meses, no pase nada. Tampoco puede ocurrir que se levante la suspensión a un estudiante por notoria mala conducta porque tiene un parcial en medio de la medida. Ese alumno, que estuvo en su casa los últimos quince días, pudo preparar bien el parcial y asiste ese día a clase, a diferencia de los que estuvieron siempre presentes. Con esas cosas no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo con que si la suspensión excede el número de inasistencias se deba levantar. No me convence porque creo que estamos dando un mensaje equivocado, que es el mensaje del ‘todo vale’. No me parece bien como mensaje. Tenemos que aggiornarnos en el sentido de tener una propuesta atractiva, que seguramente pasa por ver qué cosas están funcionando, como el trabajo multidisciplinario o la transversalidad en la educación. Está funcionando trabajar por proyectos, está funcionando que los docentes tengan un vínculo que permanezca en el tiempo con los estudiantes.

¿Qué es lo que no está funcionando?

Hace unos diez años la Unión Europea encargó un estudio _que después se conoció como el informe Mc Kinsey que analizaba las coincidencias entre los países que estaban primeros en las pruebas PISA desde el punto de vista curricular, formación de los docentes, administración de los centros, presupuesto, etc. El informe concluyó que no hay nivel educativo que pueda ser superior al nivel de los docentes. Ese dato parece relevante y se refería a países que tenían presupuestos educativos que no eran el disparate que uno podía imaginar, sino que había una captación de los buenos docentes desde temprano para permitirles graduarse y seguir trabajando. Se había logrado que fuera una formación universitaria incorporando las materias de pedagogía, didáctica, etc. Tenían buenos salarios, buenos ingresos. Pero lo que ahí estaba claro, es que no era solo un tema de presupuesto. Las nuevas tecnologías hacen que los docentes ya no son los que dan las respuestas, porque las respuestas están en todos lados. Los docentes tienen que ser los que hacen las preguntas, las buenas preguntas que conducen a búsquedas. Las nuevas tecnologías han hecho que cambie el paradigma del lugar del docente.

Los docentes estamos _yo dejé de dar clase_, están bombardeados por una serie de situaciones que van más allá de la formación que tienen para trabajar en el aula. Se espera de ellos una cantidad de cosas, como que resuelvan temas familiares, que detecten la violencia doméstica, que atiendan situaciones emocionales, que resuelvan situaciones desde el punto de vista práctico para que las cosas funcionen en el aula. Eso es complicado y, obviamente, los excede. Tenemos además una sociedad más agresiva y el lugar de respeto que tenían los docentes cambió, no se me ocurría llegar a casa y decir ‘la maestra está chiflada’, porque ya sabía que mis padres iban a estar del lado de la maestra o del maestro, había una afinidad con la línea pedagógica. Hoy tenemos una sociedad que no respeta ese lugar y tenemos que preguntarnos la razón. ¿Es solamente porque la sociedad es más agresiva? ¿Es solamente por eso que los docentes no tienen el lugar de respeto que tenían antes? Estamos en un momento de interpelación de muchas cosas, tenemos a veces un discurso contradictorio, por un lado nos preocupan los días de clase, pero por otro lado podemos ser permisivos con las inasistencias. Nos preocupa gene rar responsabilidad y compromiso pero habilitamos circunstancias que no las promueven.

Estamos desafiados por muchas cosas como sociedad, pero la educación es un valor clave, no es solo el lugar donde se aprenden materias. Es un lugar donde se imparten valores, se convive, se aprende a respetar, a escuchar a los que piensan distinto, a callar y a hablar cuando corresponde. Ese espacio y lugar de formación es el que nosotros tenemos que recuperar. Si a mí me preguntan cuál es el secreto: estudiar, estudiar, estudiar. Es lo que sigo haciendo hasta el día de hoy. Reconozco que lo disfruto, estudio porque me gusta. Hubo mucha gente que me hizo descubrir el gusto por este disfrute que me acercó a los libros, por eso tengo un gran agradecimiento con la educación que tuve.

La formación continua de los docentes podría ser un camino para continuar la mejora de lo que está emergiendo y recuperar la educación, como tener espacios de posgraduación. Ya van dos fracasos de la universidad pedagógica.

Y también la formación de grado porque tiene que ver con su currícula, de qué cosas se está hablando. El docente se va a enfrentar con un mundo que, a veces, poco tiene que ver con lo que está leyendo. Si hay un sector de la sociedad que está desafiado, es el de los docentes porque, además, de la educación se espera todo. Si hablamos de violencia en el deporte, educación, si hablamos de violencia en las cárceles, educación. Violencia en el tránsito, educación. Medio ambiente, educación, ¡todo es la educación!

Importa pensar con qué recursos contamos para poder atender a todos esos frentes y la formación parece clave. Admiro a los docentes que se dieron cuenta que no hay que esperar a que se implemente una gran reforma desde arriba y comenzaron a hacer cosas. Esperemos que a nadie se le ocurra formalizar de una manera estructurada lo que fluye bien, porque ahí…

…se frena.

Hay cosas nuevas. La UTEC es un proyecto que está funcionando de manera sensacional, con una multiplicación de la matrícula que significa que los jóvenes se sienten atraídos por ese polo. No la toquen, por favor, déjenla como está, déjenla que siga funcionando como está funcionado. En zonas de frontera era bastante difícil acceder a una formación vinculada a las necesidades del medio y de nivel terciario. La UTEC está dando una respuesta formidable, tiene al frente a personas que vienen de un universo vinculado a la tecnología y miran el mundo con una cabeza muy interesante. Creo que lo que se está haciendo en diversos centros con los trabajos por proyectos, el Plan CEIBAL, muchos de ellos en el interior, son interesantes, quizá estar lejos de la capital ayuda. Están pasando cosas que no tenemos que perder de vista, la imagen no es del todo negativa pese a mi mirada crítica sobre los atajos que nos hacen creer que se finaliza un ciclo sin exigencias, ¡ojo con eso!, porque hay que facilitar que la gente se siga formando pero no a costa de una mala formación.

Respecto a la figura del docente como pieza clave para pensar la educación, los docentes tenemos como tradición creer que siempre aprendemos mucho o poco en el instituto y después aprendemos mucho de nuestros maestros, nuestros maestros de vida, de la familia, docentes, etc. ¿Qué enseñanza te gustaría trasmitir o compartir con los futuros docentes? Si tuvieras que capturar algo de todo lo que has aprendido, una enseñanza que puede ser valiosa _ya has dicho mucho sobre el valor del saber, sobre la importancia del rol del docente ¿qué le compartirías a esas nuevas generaciones que enfrentan este desafío de la educación?

La alegría de enseñar. La alegría de tener la posibilidad del encuentro con los adolescentes en un mundo en el que los adultos a veces no tienen mucha cabida, pero ellos sí. A veces porque no hay más remedio, pero tienen esa chance, tienen esa oportunidad. En ocasiones entraba a la sala de profesores cuando era docente, miraba y pensaba, ‘… esto es el muro de los lamentos’, porque los adultos nos quejamos, la plata no alcanza, se corre de un liceo a otro, se viaja colgado en los ómnibus. Mi hermana tuvo un alumno brillante en Historia del Arte y ella le preguntó si iba a estudiar Historia. Le respondió que no, «voy a hacer Arquitectura, porque usted es brillante y yo veo que va apretada en el 183 como yo». Nos quejamos porque vamos en los ómnibus, porque la plata no alcanza, porque nos peleamos con el Director, porque tenemos problemas en la vida, porque tenemos problemas de pareja… Quién va a querer ser adulto, si ser adulto es una queja. Todos en mi generación queríamos ser adultos para tener autonomía, ver películas prohibidas, tomar decisiones, porque decidir es crecer. Por eso hay que intentar ser una imagen atractiva para los chiquilines, y no estoy hablando de atractivo físico, estoy hablando de atractivo como persona, de dar ese mensaje de alegría de que vale la pena saber, de que vale la pena crecer, de que vale la pena ser adulto para tomar decisiones. Es una oportunidad sin igual que tenemos los docentes. Todos tenemos problemas, pero los 25 chiquilines que tenemos adelante no tienen la culpa de que nosotros estemos allí parados; antes de estudiar en el IPA sabíamos en qué condiciones íbamos a trabajar y que es una profesión que no está bien remunerada. Está mucho mejor ahora, pero todavía no está bien remunerada. Creo que ese momento, el momento del encuentro, es de alegría y eso es lo que me gustaría que los docentes de nuestro país trasmitieran a los estudiantes.

Juego de asociación

Si fuera

¿Con qué idea asociarías la palabra docente?

Saber. Porque ojo con la complicidad con los alumnos. Los docentes no son cómplices de los alumnos, ni amigos de los alumnos. Ellos tienen sus amigos, de su edad… Es saber también porque tiene más edad. Ser docente es ser referente en genera amor por el saber.

Si la escuela o el liceo fueran un arte, ¿qué arte serían?

La música. Porque la música tiene todo. Tiene letra, o sea tiene literatura, tiene mensaje… requiere ductilidad, requiere oído, requiere manos… y puede ser baile. Tiene matemáticas también

.… y emociona.

¡Como la Consagración de la Primavera!

Y ahora más en tu terreno…, pero si fuera un libro la educación.

Es difícil que sea uno. Me ponés en un brete. Pero…

Bueno, elegí varios.

Creo que andaría por los griegos, pese a la lejanía. Los griegos tienen algo que a mí me gusta mucho que es la condena explícita del pecado de hybris, el pecado que comete Agamenón en La Ilíada cuando le quita la esclava a Aquiles. Se excede en su soberbia y en su discurso dice «acá el que manda soy yo y vos me obedecés». En ocasiones las sociedades caen en el pecado de hybris, en la soberbia y en la ostentación, a veces en la ostentación de la ignorancia. Yo detesto la soberbia y la ostentación. Hace unos años, cuando Uruguay jugó el campeonato del mundo en Sudáfrica y salió en cuarto lugar me convocaron para escribir en el libro Estallido celeste. No soy parte del mundo del fútbol aunque me encanta, quizá me invitaron por ser mujer, aunque también alguien debió pensar qué hacía yo en ese grupo. Mucha gente escribió y yo escribí un artículo. Dije que lo que me gustaba de la generación de Tabárez era justamente que no caía en pecado de hybris, eran jugadores humildes, que saludaban a los niños, que firmaban camisetas, que agachaban la cabeza, que decían gracias, que ganan y hablan con la gente, hablan con los periodistas. Veníamos de generaciones que no ganaban y que eran arrogantes. A mí me gustaba la generación de Tabárez, eso lo impone el maestro y él lo dijo en un discurso, no hace mucho, sin estridencias. Me gustan las sociedades sin estridencias y me gusta eso en una institución educativa, es uno de los valores: la ausencia de soberbia, la humildad para aprender y la falta de estridencia a la hora de conquistar el saber.