Un viaje inesperado: más allá y más acá de la escuela

Por Diego Barboza

Un maestro que transitó diversas instituciones asumiendo responsabilidades técnicas-administrativas y políticas, recorriendo cárceles, barrios, aulas, escritorios y oficinas de la ANEP y que retornó a la escuela. Su “viaje” ofrece una revisión autobiográfica sobre la educación centrada en las formas de habitar lo instituido y un alegato de compromiso hacia el futuro con el rol de las personas como clave de los cambios.

educarnos3 08

El hecho de que me hayan propuesto escribir un artículo para esta revista resulta no solo agradable sino además facilitador, al menos, para darle comienzo —que en mi caso resulta siempre de lo más difícil—, ya que uno perfectamente al inicio, y no sin motivos, agradece el reconocimiento y la oportunidad; y así comienzo… agradeciendo.

Luego necesariamente vendrá el tema, el tópico, lo que sea que forma parte de los motivos por los cuales se lo ha invitado a uno, y, así mismo, luego estar a la altura del aporte y la posibilidad de seguir diciendo. En esta oportunidad lo que diré es una narrativa; una narrativa no carente de sistemas, pero sí con ausencia de su desarrollo, por razones obvias de pertinencia y elección.

Hacia junio de 2008 se me convocó para comenzar a realizar actividades fuera de lo que era aquello para lo que me había formado, la sencilla y compleja tarea de ser maestro. Y digo sencilla y compleja porque, al igual que para tantas otras profesiones (no para todas, creo), resulta extremadamente abierta la oportunidad de estudiar y desarrollar una profesión en el marco del empleadurismo estatal.  Y al mismo tiempo digo compleja porque, al igual que para el resto de las actividades humanas, realizarlas de manera correcta requiere de saberes mucho más profundos, de acumulaciones experienciales reflexionadas, de gran empatía y de una actitud de extrema responsabilidad. Lo dicho se evidencia tanto en las compañeras y compañeros de servicio como en el médico varón o mujer de cualquier policlínica pública o privada.

Una década recorriendo instituciones y funciones siempre cercanas a los niveles más altos del gerenciamiento y siempre en el contexto de las tomas de decisiones de la alta política na- cional. Una década en la cual jamás consideré realmente una vuelta a la escuela, y mucho menos al aula con niños y niñas, con la responsabilidad de que algo pase allí que nos dé sentido. Lo cierto es que jamás habría vuelto a la escuela por cuestiones externas, volví porque mi devenir fue construyendo una imposibilidad de continuidad de sentidos. Conocí y aprendí lo inimaginable, y me fui encontrando con gente sencillamente maravillosa , gente que simplemente hacía un poquito más de lo que tenía que hacer y por eso era maravillosa; ahí descubrí lo simple que es ser grande. Con esa gente, hombres y mujeres, ganamos mil batallas y mil veces construimos sentido para todos los involucrados, y con esa misma gente nos fuimos separando, porque el camino es largo y la lucha, eterna, y entendimos —creo— que movimiento es vida. Están todas por ahí, estamos todos por ahí, con un registro de lo vivido que ya nadie ni nada nos puede quitar, y con la posibilidad de la guiñada cómplice y el reconocimiento eterno.

Ahora bien, releer la brevedad de lo escrito hasta ahora hace que me preocupe por el sentido de lo dicho, y nada más alejado de mi voluntad que culminar con una escueta autobiografía nada importante para nadie, ni siquiera para mí, si no se logra extraer algo servible de ella. Dos cosas me acompañaron durante el recorrido, dos cosas que venían de antes y que hoy decido seguirán, porque han definido el recorrido, un buen recorrido en lo que a mí respecta. Todos los espacios se conformaron desde una forma específica de ser humano y todas las acciones se enmarcaron en lo que podemos definir como una intencionalidad educativa. Y ahí aparece una clave para la vida misma, porque la intencionalidad educativa es un acto consciente e intelectual de disponer los escenarios para que principalmente ocurran ciertas cosas y no otras, y no refiero aquí a un sistema controlado de causas y efectos, pero sí a que si ciertas cosas ocurren, lo más probable es que otras también. La discontinuidad y la irrupción desplazan a las personas de la inercia y las obligan a un devenir que tarde o temprano se podrá pensar. Hacer sangrar la inercia, trazar la fuga, transitarla, rizomar el pensamiento, discontinuar lo dado se constituye en inmanente, es inmanente y es inédito.

Leía este verano El maestro ignorante1 y pensaba eso: Jacotot creó su propio plano de inmanencia cuando asumió que creía en las inteligencias de los otros, porque ni aquella institución fundante ni estas instituciones educativas ya fundadas creen ni creerán nunca en las inteligencias de los otros; dirán siempre que hay los inteligentes más, los inteligentes menos y dirán de los que carecen. Esto no es un reproche ni es una bronca, es simplemente una condición de lo masivo, es la condición de una institucionalidad formateada para la conformación de la ciudadanía, de la adaptabilidad individual, de la socialización necesaria para garantizar nuestras repúblicas y nuestras formas democráticas. Seguramente si mi responsabilidad fuese dirigir la educación masiva haría lo mismo, todos haríamos lo mismo, porque quien asume responsablemente debe asumir la responsabilidad de su estar situado y saber que aquello teñirá el contexto.

Formas de habitar lo institucional

La andanza por diferentes escenarios me devolvió la posibilidad del hacer y la posibilidad del cambiar, me devolvió la posibilidad de irrumpir y la proximidad a lo inmanente, bordear nuevas formas del lenguaje y al mismo tiempo la dificultad para su continuidad; por falta de lenguaje y quizás por falta de locura, producto de que uno ya hace mucho fue socializado. Lo cierto es la doble condición de lo establecido, de lo que está instituido, y el movimiento o desplazamiento posible en el marco de lo institucional. En este momento, y básicamente por una simple cuestión de no exposición —lo cual limita las posibilidades de construcción y discusión con otros—, me atrevo a definir tres macroformas posibles de habitar lo institucional. Dos de estas formas están caracterizadas por movilidad, desplazamiento y fuga, y una tercera se caracteriza por la quietud.

  1. La primera forma caracterizada por el movimiento es aquella que habita en los intersticios, en las grietas institucionales. Estos lugares son los vacíos, y están caracterizados por espacios, por tiempos y por los fracasos propios de los mandatos institucionales. Son las interpelaciones permanentes, son los sufrimientos, son las postergaciones y los estigmas, son los lugares abandonados por el formato y por la mirada controladora, en esos lugares, que son personas, tiempos y cosas, cualquier acción amorosa, intencionada y planificada en el marco de la creencia en el otro reconduce y mejora, transformando lo inhabitable en condición de posibilidad. Allí se puede jugar, allí te dejan moverte como un paria entre los parias y transitas hasta que llenas los espacios y las grietas y te desplazas a otro porque no hay institución sin grietas, aunque las nieguen y revoquen una y otra vez. Lo que sí debe considerarse y asumirse es que cada grieta que sellas en el encuentro se constituye en controlable y ya no habrá posibilidades de seguirla habitando.
  2. La segunda forma de la movilidad es hacia afuera y está caracterizada por la fuga. La movilidad en los intersticios va generando nuevas condiciones de posibilidad y habitabilidad y, en su condición de instituyente y recurrente, se va afirmando como práctica y como forma, se va llenando y se va haciendo visible, observable o, como ya dijimos, controlable. Cambia entonces su condición y queda expuesta a las variables de la externalidad, a las tensiones de lo permitido. Lo visible tiene el costo de la quietud en su propia insistencia de reafirmación, lo que era vital y desgarrador se constituye ahora en capturable y acotable con pretensiones de extendible e instituible. Esa es la condición de muerte, porque no hay lenguaje empírico inédito para esa cosa, solo hay narrativa, práctica discursiva y algún preconcepto o concepto emergente en la propia acción intuitiva. La pretensión de asignación de valor estándar a la cosa solo puede darse con el lenguaje asible y posible de captura en un momento dado, y esa es la muerte de la cosa, la imposibilidad de dar cuenta para la transferencia. Solo la narrativa puede acercarnos a la vitalidad que ello representa y es el momento de la fuga, de asumir la quietud o el eterno retorno, que es inevitable y doliente, que es la fuga permanente y es al mismo tiempo la expresión más elemental del deseo y la vida misma.
  3. La no movilidad está marcada por el sistema normativo, por la cultura institucional, por la visión y la misión, por la aceptación de las grietas como parte de la estructura, pero no como oportunidad; por el lenguaje instituido, por las prácticas, por las formas del ejercicio jerárquico, por los contratos implícitos, por la predominancia de las carencias; por la tendencia al instrumentalismo, por las incongruencias de sistemas a la hora del marco teórico del sentido. En definitiva, la no movilidad está caracterizada por la circulación inercial dentro de la institución y por el marco de cuidado que ellas ofrecen a través de, como ya dijimos, las reglamentaciones y los procedimientos. En este estado, el acierto y el fracaso están asumidos en una suerte de jurisprudencia, en una suerte de transmisión que tiene un término para cada cosa, una taxonomía, un casillero donde cada uno va encajando y donde la desresponsabilidad es inevitable y está signada por lo predicho, por lo obvio, por lo justificado siempre desde una externalidad. En esta concepción, el fracaso y el éxito son siempre del otro. La no movilidad es el lugar de los burócratas y las burócratas, es decir, del conjunto de actores institucionales reglamentariamente legitimados y que hacen un uso de la burocracia no como marco regulador, sino como fin en sí misma.

Seguir diciendo

Al igual que el de Bilbo Bolsón -personaje de El Hobbit- mi viaje también fue inesperado, y también cambié y ya no podré ser el mismo. Conocer los confines de ciertos mundos, los tejidos y las tramas, envejecer y crecer en ellos, nos devuelve una mirada amplia. Nos devuelve una mirada. Como para ir cerrando, diré, y dejaré abierta la posibilidad de seguir diciendo:

  1. Personas maravillosas haciendo “maravillosidades” por todos lados.
  2. Lo maravilloso lleva tiempo y muchas veces deja sin tiempo para narrarlo.
  3. Cambiar y ser mejores es actitud y lleva riesgos.
  4. El proceso de socialización hegemónico es una tendencia a evitar riesgos y nos conduce inercialmente a la quietud.
  5. La acción política es la única que puede irrumpir.
  6. Existe un aparato burocrático representado por burócratas que resisten cualquier transformación que implique movilidad y desplazamiento.
  7. La captura objetiva buscada a través de las unidades estadísticas es autorreferente del propio fracaso de la masividad y siempre dará cuenta de ello.
  8. La masificación de la educación a través de instituciones oficiales debe asumir su condición productora de las formas sociales correspondientes al marco sociopolítico e histórico que le da sentido; es decir, siempre se constituye en aparato ideológico del Estado.
  9. Las acciones rupturistas, deconstructivas y microtransformadoras en términos revolucionarios son propias de los individuos, no de las instituciones.
  10. Lo que ocurre en cualquier espacio educativo siempre está condicionado por quién se encuentra con quién.

Y aquí estamos, buscando apasionadamente apasionar, tratando que nadie caiga del barco, que a nadie le pase únicamente el tiempo, que en ese tiempo que pasa los niños y las niñas se apropien de espacios y momentos, que pasen cosas, que todas las inteligencias tengan su lugar y su momento.

1 Rancière, Jacques (2003). El maestro ignorante: cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Barcelona: Laertes.

MiniBio

Diego Barboza (1976) es maestro de educación común y maestro comunitario, diplomado y maestrando en gestión educativa y estudiante de filosofía. Actualmente cumple funciones en la escuela n.º 319 Unidad Casavalle. Fue oficial antenista, operador social de Gurises Unidos, alfabetizador de adultos de la asociación civil Territorio Puente, asesor del comisionado parlamentario para el sistema carcelario, asesor del Directorio de INAU, director de la escuela educacional Colonia Berro, director de privación de libertad SEMEJI-INAU, director departamental de INAU Maldonado, director de la Unidad de Derivación y Urgencia de INAU y asistente de la Dirección de Planificación Educativa del CODICEN-ANEP.